Annie Ernaux, lo personal es político.
Annie Ernaux, lo personal es político.
Annie Ernaux es la ganadora del premio Nobel de Literatura 2022 y es la primera mujer francesa en recibir este galardón.
Ha escrito múltiples títulos, para los cuales se ha inspirado mayormente en su propia biografía. Relata su obra en primera persona para poner su realidad en primer plano y hacer de ella una cuestión política.
Se considera una socióloga de su propia biografía.
Abordando su historia de vida pone de manifiesto cómo han marcado sus acontecimientos vitales, por un lado, lo que ella llama “su raza”, es decir, pertenecer a la clase obrera, y por otro lado, su sexo, ser mujer.
Annie Ernaux, gracias a sus libros, consigue hacer que, como dijeron las feministas radicales de los años 70, lo personal sea político.
Es decir, logra poner en el foco, mediante sus propias experiencias personales, las vivencias que han tenido y tienen muchas mujeres como consecuencia del patriarcado.
Aquello relevante y fascinante de la obra de Ernaux no es que podamos conocer su vida y experiencias a través de su obra, sino que esta trasciende sus vivencias personales y transmite situaciones universales para las mujeres.
Dos ejemplos, para mí, fundamentales de esto son sus obras “El acontecimiento” y “La mujer helada”.
Con el primer título, la autora nos cuenta la cruda realidad de una mujer, en este caso ella misma, que se queda embarazada sin quererlo y además de un hombre con quien tiene claro que no tendrá ningún futuro.
Ella no quiere tener ese bebé. Quiere abortar. A él le da igual, como si no fuese con él. El problema no es suyo, es de ella.
El aborto es ilegal en esos momentos en Francia y no será legal hasta 1975. De modo que, si quiere abortar, deberá hacerlo de forma clandestina.
Para poder hacerlo deberá pedir ayuda. No podrá sola.
En primer lugar le pide ayuda a un compañero de la universidad que, lejos de ayudarla, la cuestiona y cambia la percepción que tenía de ella. Este chico se retrata a sí mismo como moderno, abierto y liberal, pero no cuando se trata de la libre elección de las mujeres.
En segundo lugar recurrirá a un médico, pero este tampoco la ayuda. Le da un medicamento que ella cree que es para abortar, pero sirve para todo lo contrario.
Finalmente, logra contactar con una mujer que abortó hace un tiempo y consiguió sobrevivir a la intervención. Esta mujer decide ayudarla y la pone en contacto con una abortera.
En ese momento conoce que existe una especie red escondida de mujeres que se dedican a practicar abortos y mujeres que se han sometido a uno que ayudan a otras a contactar con las aborteras.
La protagonista se da cuenta de que las mujeres son las que salvarán a otras mujeres. Nunca los hombres.
Somos nosotras mismas las que conocemos de primera mano lo que puede sufrir otra mujer, y es por ello que nos arriesgamos.
En esta historia, ningún hombre la ayuda. Ni el padre de su bebé, ni su compañero “progresista”, ni el médico.
Lo hace otra mujer que ha pasado por su misma situación.
Con la historia de su aborto hace un alegato, desde mi punto de vista, en favor del derecho de las mujeres a decidir sobre sus cuerpos.
Además, hace que lo personal sea político porque pone de manifiesto un tema, el aborto, que había sido considerado un problema de las mujeres pero regido y castigado por los hombres.
En el segundo título, “La mujer helada”, refleja su vida matrimonial y como poco a poco y sin darse cuenta, se apaga una mujer y se queda helada.
Este libro también lo narra en primera persona y en él describe un mundo en el que nunca se imaginaba que llegaría a vivir.
La historia empieza en su niñez, describiendo una situación familiar nada convencional en esa época.
Tanto su madre como su padre trabajan en un comercio de su propiedad y ambos asumen diferentes tareas domésticas.
Sin embargo, la protagonista se va dando cuenta que lo que ella ha vivido como normal, es una excepción.
Tanto su padre como su madre quieren que se centre en estudiar, en encontrar un trabajo y en tener un buen futuro. Pero ella, poco a poco va cediendo a la presión social y de sus iguales.
Aun así, consigue entrar en la universidad y allí conoce a quien será su futuro marido.
Se casa cuando tanto ella como su pareja están estudiando, describiéndolo como una situación en que ninguno de los dos tiene especiales deseos de encontrarse porque ellos son más “subversivos”.
Su marido tiene un discurso aparentemente moderno y que aboga por los derechos y libertades de las mujeres.
Sin embargo, poco a poco, como una pequeña gota que va calando, ella empieza a hacer concesiones, a pasar cosas por alto, a ceder.
Con ejemplos como que ella se interesa por su carrera y él nunca por la de ella, nos empieza a dejar entrever cómo se va a ir desarrollando ese matrimonio y a quién se va a priorizar.
Ella cada vez asume más tareas domésticas además de las universitarias y ve como el discurso de su marido está vacío.
Al principio intenta luchar contra ello, pero tiene al mundo en contra y la batalla cada vez le cuesta más lucharla.
Porque, según ella cuenta, conseguir una pequeña victoria le cuesta tal ingente esfuerzo, que no le compensa.
Poco a poco va retrasándose en sus estudios, especialmente cuando se queda embarazada.
A partir de ahí “decide” priorizar los cuidados de su bebé a su carrera profesional, porque, según le dicen, “es lo normal”.
Sin embargo, ella describe esa situación como asfixiante y anodina. Para ella las tareas domésticas no tienen sentido, nunca se acaban. Tampoco encuentra placer en el cuidado de su bebé. Está cansada y asqueada.
Además, tiene que soportar que su marido se dedique exclusivamente a su trabajo y apoyarlo con buena cara en todo lo que haga. No puede enfadarse ni mostrar desacuerdo.
Sigue cediendo.
Consigue trabajo como maestra. No sabe por qué ha decidido serlo. Es un buen empleo para las mujeres. El mismo horario que el de los niños y niñas y las mismas vacaciones.
Todas las aspiraciones de su juventud se ven reducidas a ser una “maestra mujer”. No será la que se implique ni la que ascienda, ni la que se actualice.
Y poco a poco lo cede todo y no sabe cómo escapar. Va a llegar el segundo bebé como un intento desesperado de mejorar su situación, pero se equivoca.
Y cada vez se deja llevar más, de manera casi automática, como congelada, como una mujer helada que no tiene autonomía.
En este relato, parece que la autora quiere reflejar, como ya hizo Betty Friedan en “la mística de la feminidad”, la insatisfacción de las mujeres en el matrimonio, asumiendo las cargas domésticas y de cuidados.
Narra cómo se deja arrastrar por lo que la sociedad espera de una mujer. Cómo ella no tiene capacidad de decisión porque no tiene tiempo de tenerla y porque tenerla es estar luchando en una batalla constante.
Nos cuenta cómo el patriarcado es más fuerte que nuestras ideas, convicciones y pretensiones.
Que aunque el marido pretenda ser un aliado, es un hombre más que disfruta de los privilegios que le otorga su sexo y que solo le importa la igualdad mientras a él no le afecte.
En ambos títulos, Annie Ernaux consigue poner en el centro y en el punto de mira dos cuestiones fundamentales para las mujeres: el aborto y el matrimonio y su consiguiente falta de corresponsabilidad (emocional, afectiva, de cuidados, trabajo doméstico…).
Dos cuestiones que siguen estando presentes en la agenda feminista hoy en día porque los avances al respecto han sido escasos.
Y, como diría Simone de Beauvoir, “No olvidéis jamás que bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados. Estos derechos nunca se dan por adquiridos, debéis permanecer vigilantes toda vuestra vida”.
Cuyo ejemplo lo encontramos con la prohibición del aborto en varios estados de Estados Unidos.
Los derechos de las mujeres no se consolidan jamás y por ellos solo estamos dispuestas a luchar nosotras, las mujeres.
Por tanto, Annie Ernaux es una autora fundamental que utiliza sus situaciones personales para evidenciar situaciones que han vivido y viven muchas mujeres y hace que lo personal se convierta en político.