La hipersexualización y sus consecuencias
La hipersexualización y sus consecuencias
Aunque pueda dar la impresión que nuestra sociedad está cada vez más avanzada en derechos y libertades y que paulatinamente vamos consiguiendo la igualdad y la reducción de la opresión que sufrimos las mujeres, esto es más bien un espejismo y una estrategia patriarcal y neoliberal.
Un claro ejemplo del retroceso que estamos viviendo es la hipersexualización de las mujeres y niñas, cada vez más acusada.
La hipersexualización consiste en la tendencia a sexualizar las actitudes, expresiones, posturas, formas de vestir y de hablar, en especial de las mujeres y niñas.
Además, se valoran los atributos físicos como aquellos fundamentales y más importantes en mujeres y niñas, más allá de cualquier otra cualidad.
Esta hipersexualización lleva aparejada el éxito social, incluso “se hace necesaria” para que las mujeres alcancen la cúspide en sus carreras profesionales.
Sobre todo en aquellas en las que existe una gran presencia y relevancia de los medios de comunicación.
Pero la atribución de valor en la sociedad a las mujeres por su aspecto físico, no es nuevo. Viene dándose durante décadas, incluso siglos.
En ningún momento de la historia se ha valorado a las mujeres por cualidades que no hayan sido físicas.
Solamente cuando su valor ha residido en su relación con los hombres.
Ese ha sido nuestro valor en la sociedad a lo largo de los siglos.
Sin embargo, y a pesar de la lucha feminista, la hipersexualización de mujeres y niñas es cada vez más notoria y está llegando más y más lejos gracias a los medios de comunicación y a las redes sociales.
Esto, lejos de lo que nos quieren hacer creer, supone un enorme retroceso en los derechos de las mujeres y niñas y en las conquistas feministas.
El patriarcado y el capitalismo, ahora en forma de neoliberalismo, han sido capaces de rearmarse en torno a la hipersexualización.
Palabras como libertad, libre elección y empoderamiento son utilizadas para justificar lo que hace unos años se entendía como cosificación y objetualización de las mujeres.
El principal hilo argumental actual es que las mujeres deciden sexualizarse libremente. Es su decisión.
Y es posible que haya sido una decisión voluntaria, pero debemos distinguir la voluntariedad de la libertad.
Las mujeres no somos libres cuando “decidimos” sexualizarnos hasta el extremo para tener el éxito que de otra manera se nos niega o es más difícil de conseguir.
Nunca podremos actuar libremente porque desde que nacemos se nos ha estado socializando para agradar a los hombres a través de nuestro físico, nuestro mejor atributo.
Un físico que marcan los hombres como debe ser.
Por tanto, si nuestra cualidad más importante y relevante es nuestro físico, ser atractivas y deseables, pues probablemente “decidamos” adaptarnos a lo que la sociedad espera de nosotras.
Más aún cuando esa sexualización se vende como empoderamiento y libertad.
Estas decisiones son una consecuencia lógica del bombardeo de modelos, cantantes y famosas que se supone que son el ideal a seguir y alcanzar.
Mujeres que han triunfado especialmente por poseer atributos físicos que las hacen ser sexualmente deseables, convirtiéndose en objetos sexuales.
Ellas están siempre en el punto de mira de los medios de comunicación por su físico, no por su trabajo.
Se ven continuamente entregas de premios a grandes artistas y lo que destacan de las mujeres es su físico y su atuendo, en cambio en los hombres sus éxitos profesionales.
Mujeres como Shakira, Nathy Peluso, J. Lo, Lola Índigo… que a pesar de ser grandes cantantes y bailarinas deben sexualizarse cada vez más para obtener atención y éxito.
Sus logros no son lo fundamental, lo es su físico y su aspecto.
Ellas afirman que lo hacen libremente, pero sabemos que esa “libertad” es falsa y está viciada.
Es muy difícil escapar de la presión de la sexualización.
Incluso aquellas que lo intentan y tienen éxito profesional, finalmente se acaban hipersexualizando, como es el caso de Billie Eilish.
Esta cantante se caracterizaba por llevar ropa ancha y deportiva, muy alejada del estilo imperante en las cantantes y artistas femeninas.
Sin embargo, ese estilo ha ido cambiando hacia uno mucho más sexualizado que la cantante ha justificado con el “empoderamiento” y el “sentirse mejor con una misma”.
Pero este supuesto empoderamiento no es para nada transgresor, sigue siendo la misma cosificación hacia las mujeres pero bajo un halo de neoliberalismo.
En cambio, esto no ocurre con cantantes masculinos contemporáneos.
Ellos pueden no ser atractivos que igualmente se les valorará. Incluso se les permite ser feos y/o mediocres.
Por tanto, la hipersexualización de las mujeres sigue muy presente en nuestra sociedad, sobre todo gracias a los medios de comunicación y a las redes sociales.
Una hipersexualización que afecta cada vez desde edades más tempranas.
Desde prácticamente el nacimiento, la sociedad diferencia conductas, objetos y expectativas en función del sexo.
Ejemplos evidentes de esta diferenciación que se unen con la sexualización de las niñas son regalos como maquillaje, disfraces y zapatos de tacón.
Asimismo los bailes sexualizados que hacen las niñas imitando a cantantes famosas, que hay a quien le parecen graciosos.
O incluso la ropa que se encuentra en las secciones infantiles, incluyendo bañadores de niña con relleno.
Estos, entre otros múltiples ejemplos representan una forma de violencia hacia las niñas que tiene consecuencias muy graves.
Las niñas construyen su propia identidad con la idea de que el aspecto físico es lo más importante y es el medio para agradar a los demás, en concreto a los hombres.
Aprenden a valorarse a sí mismas como objetos sexuales, más que como seres humanos, tratando de alcanzar ideales imposibles. Lo que implica una baja autoestima.
Pueden aparecer trastornos psicológicos graves, como trastornos de la conducta alimentaria, depresión y ansiedad.
Además, les hace vivir situaciones para las que su desarrollo no está preparado atribuyéndoles una falsa madurez, dejándolas sin infancia.
Todas estas consecuencias, entre otras, se arrastran hasta la edad adulta, convirtiendo a estas niñas en mujeres vulnerables y frágiles, dependientes de la aprobación masculina.
Tratando de alcanzar un ideal estético imposible, con dietas restrictivas y operaciones estéticas cada vez a más temprana edad.
Y de este modo, la cosificación y la hipersexualización se perpetúan bajo el amparo de la libertad y el empoderamiento, empezando cada vez antes en la infancia.
Una libertad y empoderamiento falsos que nos venden los medios de comunicación y las redes sociales que solamente beneficia al patriarcado y por ende, a los hombres.
Además, son unas conductas que solamente empoderan a las mujeres, no a los hombres.
Como diría Rosa Cobo “Bajo el paradigma de la libertad sexual lo que se produce es una ampliación del marco de derechos masculino”.
De modo que, no podemos caer en la trampa patriarcal de que la hipersexualización es una decisión libre y empoderante.
La responsabilidad nos atañe a todas las personas, incluyendo a las cantantes, actrices y famosas, quienes son un ejemplo para las niñas y no pueden hacer lo que quieran, porque sus conductas tienen muchísimas consecuencias.
También son responsables los medios de comunicación, por los contenidos que emiten, muchas veces sin filtro alguno.
Los padres y madres que permiten esa sexualización de la infancia.
Y los hombres, que marcan ese ideal de mujer imposible y que lo consumen.
Pero en definitiva, toda la sociedad tenemos el deber de ser críticos con ello y de denunciarlo porque es cosificación y violencia contra las mujeres y las niñas.
No es empoderamiento ni libertad.