Lucrecia Borgia, una historia de mentiras

 In Libros, Mujeres en la Historia

La figura de Lucrecia Borgia ha llegado hasta nuestros días envuelta en una gran mentira.

Durante cinco siglos, la historia patriarcal ha contado una versión de la vida de Lucrecia Borgia completamente alejada de la realidad.

Nos han contado reiteradamente durante quinientos años que Lucrecia Borgia era una mujer pérfida, sin escrúpulos, malvada, incestuosa y asesina.

Una mujer capaz de todo, de las peores atrocidades por conseguir sus objetivos. Convertida en la anti heroína por excelencia.

Un mito que se acrecienta con la obra “Lucrecia Borgia” de Víctor Hugo y la ópera homónima de Donizetti.

Por suerte, desde hace pocos años, cada vez hay más textos, libros e investigaciones que tratan de aportar luz sobre la vida de esta famosa mujer.

Lucrecia Borgia nace el año 1480. Es hija del Papa valenciano Alejandro VI y de Vannozza Cattanei, al igual que sus hermanos César, Joan y Jofré.

Se cría junto a Adriana del Milà Orsini, sobrina del papa, en el palacio de la familia Orsini, una de las más importantes de Roma.

Allí aprende música, literatura, latín, arte y todas las materias que aprendían las damas de las mejores familias italianas de la época.

Sin embargo, ya desde joven y como única hija del Papa Alejandro VI, Lucrecia Borgia juega un papel fundamental en el tablero político.

Con tan solo 11 años su padre decide firmar un contrato nupcial que une a Lucrecia con Joan de Centelles, un noble valenciano.

Pero este contrato se anula para firmar otro, esta vez con Gaspare Aversa, conde de Procida, también valenciano.

Ninguno de estos contratos llega a cumplirse.

El Papa valora más favorablemente la unión de su familia a través de Lucrecia con la familia Sforza de Milán, dado que Italia era un país fragmentado en numerosos principados y estados.

De este modo, Alejandro VI decide casar a su hija Lucrecia con Giovanni Sforza cuando ella solamente tenía 13 años.

En todos estos asuntos Lucrecia no tiene ni voz ni voto.

Sin embargo, el matrimonio con Giovanni Sforza no surgió como el Papa lo esperaba. La alianza con los Sforza de Milán lo reportó los beneficios esperados.

De este modo, el Papa y su hijo César, decidieron que Lucrecia no debía estar más tiempo casada con Giovanni.

Para poder dejar de estarlo, Lucrecia debía afirmar por escrito que el matrimonio no se había consumado después de más de 3 años.

Cuando le propusieron eso, su marido se había marchado de Roma y había vuelto a Pésaro con su familia.

Había sido abandonada por su marido y traicionada por su familia y finalmente se vio obligada a firmar.

Esto la expuso a las críticas más feroces de la sociedad y a una fuerte humillación, especialmente por parte de la familia Sforza como venganza.

Empezaron a atacarla y difamarla.

Ante las calumnias a las que se la sometía en Roma, decide recluirse en un convento, el de San Sixto, para protegerse.

Alejandro VI intentó que Lucrecia abandonase el convento para seguir siendo utilizada como peón, pero con la ayuda de la abadesa Lucrecia se quedó un tiempo en este.

Mientras tanto, el Papa seguía negociando con los Sforza para que aceptaran la nulidad del matrimonio de Lucrecia con Giovanni.

Giovanni Sforza, humillado, lanza el rumor de que existía una relación de abuso (incesto) por parte del Papa hacia su hija Lucrecia, motivo por el cual Alejandro VI quería la nulidad del matrimonio y que volviera a Roma con él.

Obviamente, todos le creyeron y muchos aseguraron la veracidad de la historia, y la reputación de Lucrecia quedó manchada para siempre.

Porque la palabra de cualquier hombre se cree sin pruebas, todo lo contrario que con la de las mujeres.

Finalmente, se consigue la nulidad matrimonial

Ahora Lucrecia entraba nuevamente en el tablero político de los Borja.

Sin embargo, Lucrecia se queda embarazada durante su estancia en el convento de uno de los sirvientes del Papa, Perotto, quien había sido enviado como emisario al convento.

Allí ambos vivieron una relación que no se podía mantener fuera del convento.

Cuando el Papa descubre que su hija está embarazada, se compromete a cuidar a su hijo Joan como a un miembro más de la familia Borja. Como hijo de César.

Pero el rumor corre y agrava la reputación de Lucrecia.

Otra vez por intereses políticos, Lucrecia es prometida con Alfonso de Aragón, sobrino del actual rey de Nápoles.

Parece ser que este matrimonio va mejor que el anterior y fruto de este nace su hijo Rodrigo.

Debido a sus planes políticos, con tan solo 19 años, su padre le encargó gobernar la ciudad de Spoleto y su territorio, algo que hizo de forma óptima a pesar de la dificultad de la tarea.

Incluso logró una tregua entre la ciudad de Spoleto y Termi, dos ciudades enfrentadas por la guerra.

Sin embargo, sus éxitos de gobierno y familiares no le duraron mucho tiempo.

Su marido Alfonso fue atacado brutalmente y su vida corrió peligro durante más de un mes.

Pero cuando parecía recuperarse, fue asesinado por César Borgia, hermano de Lucrecia, alegando una conspiración en su contra y de la de su padre el Papa.

Parece ser que la alianza de Lucrecia con Alfonso ya no era útil para los deseos y ambiciones de Alejandro VI y de César Borgia y decidieron asesinarlo, independientemente de las consecuencias que eso pudiera tener para su hija.

Después de quedar viuda, fueron numerosas las proposiciones de matrimonio que le hicieron y ella las rechazó todas a pesar de las presiones de su padre.

Cuando Lucrecia tiene 21 años, su padre le hace una propuesta de matrimonio a la familia Este para que se casase con Alfonso d’Este.

Lucrecia lo ve como una oportunidad para salir del redil de su familia y alejarse hacia una nueva vida.

Sin embargo la familia Este la rechaza y el Papa tiene que seguir con las negociaciones.

Diferentes asuntos llevan al Papa a ausentarse del Vaticano durante más de una semana y deja encargada de su gobierno político, que no eclesiástico, a Lucrecia.

Esta fue una decisión inaudita, puesto que ninguna mujer había estado a cargo del gobierno del Vaticano con anterioridad.

Lucrecia fue capaz de gestionar adecuadamente los diferentes asuntos vaticanos que surgieron durante la ausencia de su padre.

Finalmente, las arduas negociaciones del futuro matrimonio de Lucrecia salen bien y se casa con Alfonso d’Este antes de cumplir los 22 años, teniendo que separarse de sus hijos Joan y Rodrigo.  

A Lucrecia le costó un tiempo adaptarse a la nueva corte y a la ausencia de sus hijos, pero para su suerte, la casa Este era una gran promotora de la cultura y el arte.

Lucrecia pronto se convirtió en promotora y mecenas de numerosos artistas.

Su situación volvió a tambalearse con la muerte de su padre, el Papa Alejandro VI, aunque logró salir airosa a pesar del dolor de la pérdida.

A la muerte de su suegro, su marido Alfonso se convierte en duque de Ferrara y ella en duquesa.

Su marido le encomendó presidir el Consejo para el Examen de las Súplicas, un órgano dedicado a impartir justicia, tarea que Lucrecia realizó adecuadamente.

Siguió haciendo de mecenas de diferentes artistas y ejerciendo la regencia del ducado de Ferrara en ausencia de su marido.

Incluso estuvo al mando de diferentes operaciones militares cuando estalló la guerra entre el ducado de Ferrara y Venecia (1508) y entre Ferrara y los Estados Pontificios (1510) y su marido tuvo que marcharse al frente de batalla.

A pesar de las adversidades, Lucrecia se mantuvo serena y dando instrucciones claras y eficientes.

También ayudó a sus súbditos durante episodios de hambruna.

Lucrecia tuvo un papel fundamental en la defensa del ducado de Ferrara.

Isabel Barceló Chico describe el papel de Lucrecia y el de su marido como “una sola pieza con dos caras distintas: la una se bate en el fango del campo de batalla y asume la máxima responsabilidad; la otra está sobre una atalaya desde la que divisa un panorama amplio y desde la cual actúa, informa, controla y guarda las espaldas al otro. Su suerte está unida, gozan de prestigio y nadie cuestiona la autoridad de cada uno de ellos en sus respectivas esferas de actuación. Mas queda el hecho de que socialmente no existe esa igualdad”.  

Finalmente se ganaron las guerras, pero quedaron sus secuelas: huérfanos y heridos.

Lucrecia proporcionó espacios, víveres y el material necesario para atenderles, proponiendo innovaciones humanitarias que fueron elogiadas por sus contemporáneos

Pero las dificultades de Lucrecia, de su familia y de su ducado parecían no acabar.

Su hijo Rodrigo había muerto, hecho que le produjo un enorme dolor.

Además, la situación económica y social de Ferrara era nefasta. Sin embargo, fue capaz de seguir adelante.

Se siguió dedicando al bienestar de su familia y de su pueblo y emprendió una gran obra de ingeniería: drenar zonas de humedales para poder cultivar.

Conocía ampliamente su ducado y tenía experiencia de gobierno, por lo que había sido capaz de detectar las dificultades que suponían los humedales: enfermedades y falta de zonas de cultivo.

Esta era una obra de gran envergadura, como demuestran los más de 50 contratos que firmó para poder llevarla a cabo.

Su finalidad era mejorar la vida de los ciudadanos ferrareses, sin embargo, esta obra se interrumpió tras su muerte.

Actualmente se la podría considerar como una emprendedora.

De su último matrimonio, con Alfonso d’Este, Lucrecia dio a luz a 4 niños y 2 niñas, de la educación de quienes se ocupó personalmente.

El parto de su última hija, Leonor, fue el causante del fallecimiento de Lucrecia en 1519 a los 39 años. Su hija también falleció.

De su trayectoria vital se desprende que Lucrecia fue una niña utilizada por su familia, sobre todo su padre Alejandro VI y su hermano César, para lograr fines políticos.

Fue utilizada a través de diferentes contratos matrimoniales para lograr las ambiciones de los hombres de su familia, casándola aun siendo una niña.

Estos hechos le reportaron en numerosas ocasiones difamación, humillación y dolor.

Muchas veces fue abandonada y traicionada por los hombres de su alrededor.

Sin embargo, Lucrecia fue capaz de sobreponerse gracias a su elevada educación y a su inteligencia.

Demostró en numerosas ocasiones ser capaz de dirigir estados y tener grandes habilidades políticas y militares.

Se preocupaba por su pueblo y era querida y apreciada por este.

Además, era muy reconocida en la vida cultural y artística de su época por sus intereses y por su mecenazgo.

Podría decirse que Lucrecia fue una mujer extraordinaria que logró grandes cosas a pesar de todas las dificultades y adversidades que tuvo que atravesar.

Sin embargo, ha pasado a la historia como una mujer vil y malvada.

Seguramente, si hubiera sido un hombre se le reconocería como una figura destacada de su tiempo.

Durante 500 años se ha estado contando una versión de su vida y acciones completamente distorsionada e inventada.

Se ha creído la versión falsa, porque esta sociedad patriarcal sigue dándole más valor a la palabra de un hombre que incluso a los hechos.

Pero por suerte, cada vez se conocen mejor los verdaderos hechos que marcaron la vida de esta extraordinaria mujer y de otras muchas.

Si queréis ampliar información podéis consultar el libro “Lucrecia Borgia. Bajo una nueva luz” de Isabel Barceló Chico.

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