Matar al ángel del hogar
El término “Ángel del hogar”, tiene su origen en un poema narrativo victoriano publicado por primera vez en 1854 y ampliado en 1862, escrito por Coventry Patmore y titulado The Angel in the House.
Su publicación se llevó a cabo en plena era victoriana, un periodo de tiempo marcado por el puritanismo y el conservadurismo y durante el que la religión anglicana siguió teniendo una gran importancia.
Pero esta “moral victoriana” no afectó en igual medida a hombres y mujeres.
Como en todas las épocas y culturas, esa represión afecta especialmente a las mujeres.
Existía una fuerte represión sexual, además de unos roles sexistas muy marcados.
Estos roles implicaban que las mujeres no podían participar de la vida pública. Su único cometido vital era complacer y someterse a su marido, tener hijas e hijos y cuidar de la familia.
Eran los hombres los que proveían el sueldo, ocupaban cargos de responsabilidad y vigilaban que las mujeres cumplieran los estándares morales impuestos.
Esta diferenciación sexista también abarcaba la educación. Las clases pobres no recibían apenas formación, pero las clases altas que sí la recibían, la obtenían diferenciada por sexo.
A las niñas solamente se les educaba en aquellas áreas que se creían fundamentales para poder encontrar marido, como la música, el arte o las labores del hogar. En cambio los niños sí que iban a la universidad.
No importaban las habilidades o la inteligencia, solamente valía el sexo.
En este contexto es en el que aparece por primera vez el poema The Angel in the House y tuvo mucho éxito; se entendió como un poema de amor.
Sin embargo visto desde una perspectiva feminista, el poema ensalza la total sumisión y abnegación de la mujer al marido.
El poeta deja entrever cómo entiende él el matrimonio y la posición que ocupan los hombres y las mujeres en este.
Obviamente, las mujeres deben desvivirse por su marido y ser dóciles, sumisas y obedientes, como afirma en el siguiente verso:
Man must be pleased; but him to please
Is woman’s pleasure
Traducido:
El hombre debe ser complacido; pero el complacerlo a él
es el placer de la mujer.
Este poema, al igual que 100 años antes lo hizo Emilio o De la educación (1762) de Rousseau, sirvió para describir e instruir sobre cómo debían ser y comportarse las mujeres.
Y en ambos casos se coincide a pesar de los 100 años de diferencia.
Las mujeres deben de ser sumisas, obedientes y complacientes con el marido.
Solamente se las debe educar para satisfacer las necesidades de los hombres y de la familia, coartando así su libertad.
Pero, al igual que existió en el siglo XVIII, en concreto en 1792, una respuesta a la misógina propuesta educativa para las mujeres de Rousseau, también la ha habido en el siglo XX al concepto de “ángel del hogar” descrito por Coventry Patmore.
En 1792 es Mary Wollstonecraft quien, con su obra Vindicación de los derechos de la mujer, rebate con firmes y sólidos argumentos las posturas sostenidas por teóricos de la educación de su época, especialmente Rousseau.
Y en 1929 y 1931 es Virginia Woolf quien con sus textos Las mujeres y la narrativa de ficción y Profesiones para mujeres quien desmonta el argumentario misógino respecto de las mujeres y “mata al ángel del hogar”.
Aunque Virginia Woolf centra su argumentario en explicar por qué las mujeres no han sido escritoras hasta prácticamente el siglo XVIII y cómo se puede remediar a partir de ahora.
Estos motivos se pueden extrapolar a cualquier situación, no solamente a la literatura.
Aquello que se interponía entre la escritura y Virginia Woolf, como ella lo llama, era el ángel del hogar.
“Descubrí que si iba a dedicarme a comentar libros, necesitaría enfrentarme a cierto fantasma. Y el fantasma era una mujer y, cuando llegué a conocerla mejor, la llamé como a la heroína de un famoso poema: “El Ángel del hogar”. Era ella la que solía interponerse entre el papel y yo cuando estaba escribiendo reseñas. Era ella quien me molestaba y malgastaba mi tiempo y me atormentaba hasta que por fin la maté”.
Virginia Woolf tuvo que liberarse de la presión que suponía también en su época el ser mujer.
Ser mujer entendido como todos aquellos estereotipos y mandatos sexistas que recaen sobre las mujeres y que les impiden ejercer aquello que quieran libremente.
Como lo que decían el poema de Coventry Patmore y el Emilio de Rousseau, que las mujeres debemos ser sumisas, dóciles y obedientes a los hombres.
Que solamente debemos estar pendientes de la familia, del marido y de los hijos, que ese es nuestro destino.
Virginia Woolf, al igual que Mary Wollstonecraft y muchas otras mujeres, cada una en su época, lucharon y teorizaron contra los mandatos sexistas del tiempo en que les tocó vivir.
Y a pesar de que nuevamente han pasado 100 años desde estos textos de Virginia Woolf y 200 del de Mary Wollstonecraft, las mujeres seguimos sin haber matado a “nuestro ángel del hogar”.
Seguimos viviendo en una sociedad en la que, aunque en menor medida, se siguen imponiendo a las mujeres unos ideales de comportamiento que coartan nuestras elecciones, gustos y nuestra libertad.
Por eso, es urgente para todas matar al ángel del hogar y desprendernos de los mandatos sexistas y así, ser libres.