Redes de solidaridad entre mujeres

 In Mujeres en la Historia

El final de la Guerra Civil sumió al país en la dictadura y en la miseria, especialmente a las mujeres, quienes ya provenían de un escenario difícil.

La deriva reaccionaria de la Dictadura Franquista destruyó todos los avances realizados por la II República en pro de la igualdad de las mujeres y volvieron los tiempos de conservadurismo extremo en los que se ensalzaba la figura del ángel del hogar.

A la mujer casada se le prohibió trabajar y obtener un salario para sustentar a la familia en igualdad de condiciones que el cónyuge.

Sin embargo, con solo un sueldo (el del marido) no alcanzaba para vivir mínimamente, por lo que las mujeres se veían abocadas a la economía sumergida.

Además, muchas mujeres habían enviudado durante la guerra y otras muchas tenían a su marido, padre y/o hermano en la cárcel debido a la represión política.

En estas circunstancias junto a la pobreza que imperaba en un país recién salido de una cruenta guerra civil, surgen redes de solidaridad entre mujeres.

Sin embargo existe muy poca información relacionada con estas, a pesar de la enorme cantidad de investigación que se ha realizado sobre el periodo histórico de la Guerra Civil.

Abundan los estudios relativos al asociacionismo masculino, como los referentes a partidos políticos, sindicatos y gremios profesionales.

Pero muy poco se sabe sobre el asociacionismo femenino, solamente lo que respecta a, por ejemplo, órdenes religiosas, obviando lo relativo a las redes de solidaridad entre mujeres.

Esto es debido a dos razones principales.

La primera radica en que las relaciones entre mujeres se han dado informalmente en su mayoría y no se ha dejado constancia escrita de estas.

Las mujeres han sido históricamente apartadas del ámbito público y también de la educación formal y la poca información con la que se cuenta proviene  principalmente de fuentes orales.

La segunda razón a tener en cuenta es que, desde el final de la guerra ha existido una reelaboración ideológica y del imaginario social respecto del papel de las mujeres en la sociedad y de la forma de establecer relaciones entre ellas.

Se produjo un gran rearme ideológico.

Una de estas ideas, ha sido la de negar que las mujeres tengan la capacidad para mantener vínculos entre ellas (“el peor enemigo de una mujer es otra mujer”) y desvalorizar las relaciones que entre ellas se establecen.

Estas ideas, aunque parezcan anacrónicas, siguen presentes a día de hoy en pleno 2023.

Sin embargo, aunque minusvalorado e invisibilizado, las redes de solidaridad entre mujeres han tenido un papel fundamental en la posguerra española, dado que han sido uno de los principales sustentos familiares durante este periodo.

Ejemplos de estas redes de solidaridad entre mujeres se pueden encontrar en diferentes ámbitos.

El primero de ellos es el espacio privado, el del hogar.

Las mujeres, con tal de poder alimentar a sus hijos e hijas, favorecieron la aparición de redes de ayuda informales entre ellas.

Compartían los pocos recursos que tenían, como por ejemplo, la cocina y el hogar o incluso alimentos básicos.

Otro ámbito era el vecindario.

La precariedad y la miseria abocaron a numerosas familias a la pobreza, por lo que las mujeres casadas tuvieron que buscar trabajo en la economía sumergida para apoyar la economía familiar.

Esto conllevaba que no podían hacerse cargo de sus hijas e hijos, por lo que tuvieron que recurrir a la ayuda de otras mujeres.

La mayoría de veces se trataba de la madre o la hermana de estas, pero en otras ocasiones pedían la ayuda de una vecina o amiga del barrio.

Esta figura se conoce como “la madrina”.

Los hijos e hijas no “pertenecían” a la familia nuclear, sino que “pertenecían” al barrio, al vecindario.

Los hijos e hijas de todas se cuidaban entre todas.

Otro ejemplo de apoyo mutuo sería el intercambio de aprendizajes, especialmente en el aprendizaje de un oficio como el de costurera.

En este caso, la modista ofrecía su casa y su sabiduría para enseñar un oficio sin cobrar y, a cambio, sus aprendices la ayudaban con los encargos que tenía.

Por último, otro ámbito de relevancia en las redes de solidaridad entre mujeres se encuentra en el espacio público, a pesar de los intentos de exclusión de las mujeres de este.

Uno de estos es, por ejemplo, el lavadero.

Este solía ser un centro de reunión habitual para las mujeres donde podían compartir sus preocupaciones y sus vivencias comunes.

Entablaban relaciones y estrechaban lazos.

Otro espacio fundamental en estas redes de solidaridad entre mujeres eran los comercios particulares.

Aunque las mujeres, las casadas principalmente, fueron expulsadas del ámbito laboral, algunas de ellas trabajan informalmente en el negocio familiar, principalmente en comercios y tiendas.

A pesar del racionamiento, ayudaban a otras mujeres suministrando víveres y otros bienes básicos.

Finalmente, otro lugar de solidaridad eran las colas de las cárceles.

Muchas mujeres tenían a su padre, hermano y/o marido encarcelado, por lo que tenían que desplazarse a diferentes zonas del país para visitarles.

Estas mujeres también encontraban refugio y apoyo en otras mujeres, tanto de la zona como las que se encontraban en su misma situación, siendo la cola de la cárcel un lugar donde se fraguaban lazos.

Todos estos ejemplos de redes de solidaridad entre mujeres se constituyeron en una situación de absoluta precariedad, donde la supervivencia no se podía lograr en solitario.

Estas mujeres tejieron un entramado de relaciones informales entre vecinas, amigas y familias que garantizaron la vida de muchas.

Sin embargo, la mayoría de mujeres que han prestado su testimonio para conocer la historia de la posguerra española de más de la mitad de la población, las mujeres, no eran conscientes de la existencia de estas redes de solidaridad entre mujeres.

Lo vivieron como algo que se daba «de hecho».

Se trata de una parte de la historia fundamental y que apenas ha sido contada.

No se le ha dado la importancia que merece por tener como protagonistas a las mujeres. Tanto es así, que ni ellas mismas eran plenamente conscientes de lo que hacían y de lo que sus acciones suponían.

La sociedad patriarcal nos ha enseñado, y sigue inculcando esto, que las mujeres nos llevamos mal entre nosotras, que no podemos ayudarnos, que no podemos ser amigas.

Y esto, es lo que los hombres han escrito sobre nosotras.

Sin embargo, la historia de estas mujeres nos dice todo lo contrario. En situaciones de precariedad somos las mujeres quienes nos unimos y nos apoyamos.

Por eso, es fundamental que la historia se cuente completa, porque como escribió Jane Austen en su libro Persuasión, “Los hombres tienen toda la ventaja sobre nosotras por ser ellos quienes cuentan la historia. Su educación ha sido mucho más completa; la pluma ha estado en sus manos. No permitiré que los libros me prueben nada”.

Es hora que las mujeres contemos nuestra propia historia, y una parte que no ha sido contada es la que versa sobre las redes de solidaridad entre mujeres.

Bibliografía:

  1. https://www.academia.edu/41105069/Redes_solidaridad_mujeres_Poble_Sec_de_Barcelona_durante_el_franquismo_en_espacios_p%C3%BAblicos_y_privados
  2. https://academica-e.unavarra.es/bitstream/handle/2454/36396/05_perez_26.pdf?sequence=1&isAllowed=y
  3. La posguerra fue peor que la guerra. Los años cuarenta y cincuenta en el Casco Antiguo de Alicante. Isabel Alonso Dávila y Cristina Sánchez Lóp

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