Redistribución y reconocimiento
En el post anterior ponía de manifiesto la importancia de conocer conceptos que han ayudado a fundamentar la teoría feminista, como el “salario familiar” (https://hablemosdefeminismo.com/el-concepto-de-salario-familar/).
Siguiendo con la importancia de los términos y definiciones, abordaré los conceptos de “redistribución y reconocimiento”, también fundamentales para conceptualizar la teoría feminista.
Podría decirse, que tanto mediante la redistribución como mediante el reconocimiento se intenta hacer frente a dos tipos diferentes de injusticias.
Por un lado, la redistribución pretende, como su nombre indica, volver a repartir los recursos existentes. Enfrentarse a las injusticias que provienen del ámbito económico (Palacio, 2012).
Se pretende una distribución igualitaria en la sociedad desde una óptica socialista o comunista (Fraser, 2008). Es decir, que todos los individuos tengan los mismos recursos independientemente de sus características y/o su origen.
Esta definición hace referencia a cualquier característica de cualquier individuo, pero en referencia al sexo, lo que se pretende lograr la igualdad de recursos, redistribuyéndolos sin tener en cuenta el sexo ni las diferencias entre hombres y mujeres.
Se pretende una homogeneización igualitaria de la sociedad.
Por otro lado, el reconocimiento pretende ir más allá de la redistribución meramente económica o más bien, quiere dejar de lado dicha redistribución.
La política de reconocimiento se basa en “reconocer las diferencias” (Fraser, 2008) que existen entre grupos o colectivos y surge de la mano del neoliberalismo.
En relación con el sexo, lo que hace el reconocimiento es valorar las características que hacen diferentes a hombres y a mujeres.
Lo que se pretende de este modo es reconocer la identidad de las mujeres como diferente a la de los hombres y no entender como inferiores las características o cualidades que presentan “per se” las mujeres como se venía haciendo históricamente.
Se pretende un cambio cultural, más que político y económico (Fraser, 2008).
De este modo, la injusticia y opresión sexista provendrían de la dominación cultural androcéntrica y la falta de respeto y de reconocimiento a lo femenino.
Por tanto, la redistribución apuesta lograr la igualdad económica distribuyendo los recursos de manera igualitaria sin tener en cuenta el sexo, y en cambio el reconocimiento pretende valorar esas diferencias, reconociendo así las características femeninas como diferentes a las masculinas.
Estos conceptos no surgieron de forma aislada, sino que han estado unidos tanto a diferentes momentos históricos como a movimientos sociales y políticos.
La redistribución ha estado unida al socialismo.
Este se ha centrado históricamente en tratar de paliar las desigualdades socioeconómicas y de clase producidas por un sistema capitalista desigual mediante la redistribución de los recursos materiales y económicos.
Sin embargo, no se tienen en cuenta las diferencias entre mujeres y hombres ni la opresión que sufrían las mujeres debido a su sexo, que quedaban en segundo plano (Fraser, 2008).
Se consideraba que mediante la lucha de clases y con la abolición del capitalismo, la situación de las mujeres cambiaria automáticamente.
Obviamente, esto era una falacia.
En este contexto el feminismo quiere ir más allá de la lucha de clases y la redistribución, cuestionando además el androcentrismo cultural capitalista, adquiriendo también la promoción del igualitarismo de base socialdemócrata (Fraser, 2008).
Se pretende conjugar la redistribución y el reconocimiento.
Sin embargo, con el auge del neoliberalismo el objetivo de la redistribución se hace mucho más complejo de conseguir.
En este contexto de desmantelamiento de la izquierda y el surgimiento de una sociedad líquida, se promueven las políticas de reconocimiento, orientadas a valorar la diferencia entre hombres y mujeres (Fraser, 2008).
La subordinación y opresión de las mujeres son vistas como un problema cultural o de reconocimiento, no político o económico sin tener en cuenta que estos son indisolubles.
Este cambio tuvo un carácter global en el mundo (Fraser, 2008) y actualmente seguimos en pleno auge del neoliberalismo más salvaje.
Atendiendo a esto, se desprende como los conceptos de redistribución y reconocimiento han sido utilizados de forma política.
Por un lado obviando las diferencias de sexo que produjeron la subordinación de las mujeres en beneficio de la lucha de clases, realizada por los hombres, e impidiendo la redistribución homogénea de bienes y por otro lado, subordinando las diferencias económicas y políticas respecto al sexo, mediante políticas de reconocimiento paternalistas y sexistas, acrecentando las diferencias en beneficio del estado neoliberal.
La redistribución y el reconocimiento no han servido ni sirven para conseguir la liberación de las mujeres, aunque hay algunos ejemplos de avances positivos, pero siempre con un trasfondo negativo.
Ejemplos de la redistribución serían el trabajo de cocinera/o y el de modista/o.
Actualmente estos empleos se han redistribuido entre mujeres y hombres, aunque tradicionalmente se habían ejercido por mujeres debido al rol doméstico asociado a ellas.
Sin embargo, esta redistribución, no ha llevado a un reconocimiento de estos trabajos para las mujeres, en cambio, sí para los hombres.
Estos trabajos han sido reconocidos solamente cuando los varones han entrado en este ámbito.
Por tanto, la redistribución ha venido unida a una usurpación del reconocimiento a las mujeres.
La mayoría de personas que se dedican a la cocina y a la moda que han obtenido fama son hombres, no mujeres.
Esto mismo ocurre con el reconocimiento.
Por ejemplo, es positivo el reconocimiento del acceso de las mujeres al mundo laboral.
Es decir, se ha reconocido que éstas también tienen capacidades para entrar a formar parte de esta esfera y de lograr un empleo remunerado, aunque fuera por la necesidad de un sistema capitalista necesitado de mano de obra barata.
Sin embargo, en pleno siglo XXI las mujeres siguen ostentando los puestos de trabajo más precarios, con menores salarios y con mayores tasas de temporalidad. Además, las mujeres no llegan a ostentar puestos altos.
Se permite el acceso y se reconoce su capacidad, pero los trabajos siguen estando divididos por sexo y no se distribuyen de forma igualitaria.
Pero, a pesar de estos ejemplos de redistribución y reconocimiento que han aportado algo positivo a la lucha feminista, todos ellos tienen una cara negativa y por eso no debemos dejarnos deslumbrar por estos pequeños avances o concesiones que nos da el patriarcado.
Es fundamental la redistribución de la riqueza porque los hombres siguen poseyendo la gran mayoría de todos los tipos de recursos existentes en el mundo.
Sin embargo, no se puede esperar que se haga un reparto equitativo si no se tienen en cuenta las diferentes problemáticas existentes para las mujeres basados en el sexo.
No se puede entender la humanidad como un conjunto global desatendiendo a la clase social, la raza y en especial, el sexo.
Pero tampoco se puede basar toda la lucha en el reconocimiento de las diferencias entre hombres y mujeres, dado que más allá del sexo y de la capacidad reproductiva de las mujeres, cualquier otra diferencia es atribuida de forma patriarcal y sexista.
Se deben valorar las actividades que tradicionalmente han llevado a cabo las mujeres, pero sin caer en la mistificación de estas ni en la creencia de que existen identidades y subjetividades innatas.
El neoliberalismo actual nos está llevando por un camino de desmantelamiento de la lucha feminista en pro de identidades subjetivas que lejos de promover la liberación de las mujeres, nos ancla todavía más en los roles sexistas.
Por ejemplo, puede reconocerse el trabajo doméstico no remunerado que hacemos las mujeres, pero sin una redistribución equitativa, esto solo servirá para anclarnos más en este si no entendemos la razón por la que somos las mujeres quienes lo asumimos y se lucha por modificarlo.
Existen otros muchos ejemplos, pero cabe destacar especialmente el intento de reconocimiento de la explotación sexual de las mujeres como trabajo (prostitución y pornografía).
Estamos viviendo un auge neoliberal por regular la explotación sexual de las mujeres. Pero no se nos puede olvidar que se trata de una trampa patriarcal y neoliberal.
Por mucho que se le intente reconocer una valía, una importancia, un poder o un estatus, no es más que una trampa patriarcal para seguir sometiendo a las mujeres.
Por tanto, es fundamental conocer los términos de redistribución y reconocimiento.
Debemos saber cuál es el origen de nuestra lucha y hacia dónde queremos seguir e impedir caer en las trampas neoliberales y patriarcales que nos impiden avanzar hacia la liberación de las mujeres
BIBLIOGRAFÍA
- Fraser, N. (2008). Mapa de la Imaginación Feminista: De la redistribución al reconocimiento, a la representación. En N. Fraser: Escalas de Justicia, 185-201. Barcelona: Herder.
- Palacio, T. (2012). La polémica entre redistribución y reconocimiento. Nuevas formas de entender a la mujer como sujeto de justicia. Cuadernos Kóre. Revista de historia y pensamiento de género, 6, 176-197.