Sesgos sexistas en el dolor crónico en mujeres

 In Psicología Feminista

Sesgos sexistas en el dolor crónico en mujeres

A pesar de que la ciencia y la investigación parecen situarse en la objetividad, éstas han estado subordinadas al poder imperante, poder que ha estado siempre en manos de los hombres y la medicina y la investigación médica no han sido una excepción. Hecho que ha conllevado, entre otros, múltiples sesgos sexistas en el dolor crónico en mujeres.

Esta sumisión de la medicina al poder ejercido por los hombres ha llevado a que el punto de vista hegemónico en este ámbito sea el masculino, consolidando la visión de las diferencias biológicas entre hombres y mujeres en términos jerárquicos.

Se nos ha relegado a las mujeres a la reproducción y la crianza, también en relación a la salud.

Lo masculino se ha equiparado a lo humano en general y se ha convertido en la norma.

A través de los datos obtenidos de los hombres en investigaciones médicas, se conforma lo que se considera patológico y normal.

Sin embargo, al igual que lo que se considera salud y enfermedad está sujeto al poder y a la cultura, también lo están la normalidad y la patología.

De modo que son términos que pueden cambiar a lo largo del tiempo, de la cultura y de las estructuras de poder, y también del sexo estudiado.

Si acuñamos estos términos en función sólo de los hombres, podremos encontrar normalidad en las mujeres donde no la habrá y también patología sin que realmente exista, ya que estos datos estarán sesgados por el sexo, estereotipos de género y la cultura.

Se puede comprobar así como se ha impuesto un sesgo androcéntrico en la investigación médica a partir de la hegemonía masculina.

Las mujeres estamos ausentes en las investigaciones, tanto como sujeto, como objeto de estudio, y sólo se las ha estudiado en relación a la salud reproductiva.

En el resto de ámbitos, se asume que la salud de las mujeres es igual que la de los hombres, de modo, que las enfermedades estudiadas en los hombres y los resultados obtenidos con ellos se extrapolan a las mujeres, estudiando sólo aquéllos trastornos más prevalentes en los hombres.

Esto afecta a la definición de los síntomas y epidemiología, las hipótesis causales, la prevención, el diagnóstico y el tratamiento.

Este sesgo sexista es actualmente apoyado por las industrias farmacéuticas, ejerciendo también el llamado biopoder, ya que éstas investigan en función de los valores predominantes androcéntricos, que determinan lo que se investiga, lo que no y el por qué, y esto es, la salud de los hombres.

De modo que a las enfermedades padecidas sobre todo por mujeres, se les presta poca atención, acuñándolas muchas veces como “cuadros de etiología desconocida”, convirtiéndolas en problemas psicológicos o psicosomáticos, mucho más prevalentes estos en las mujeres que en los hombres.

También se nos diagnostican muchos más trastornos sin especificar, ya que a las mujeres no se incluye en los estándares de enfermedades masculinos.

De esta manera se impide la búsqueda de otras explicaciones y se consideran estas enfermedades como poco graves.

Esta falta de estudios acerca de la salud de las mujeres y la igualación de la salud femenina a la masculina, ha resultado en que se ignoren posibles enfermedades que podemos padecer sólo las mujeres o que son más prevalentes en nosotras.

También se ha asumido que los síntomas y los factores de riesgo son los mismos en ambos sexos, cosa que ha enmascarado la posibilidad de una sintomatología diferencial entre hombres y mujeres, y ha impedido que se conozcan sus causas y el modo de prevenir dichas enfermedades.

Donde suelen manifestarse especialmente este sesgo sexista en la salud es en los casos de dolor crónico.

Tanto su diagnóstico, tratamiento, prevención e investigación han estado olvidadas, sesgadas y bajo la generalización androcéntrica hegemónica.

Además, todos estos sesgos en la medicina también llevan a una serie de consecuencias graves para la salud en general, y la de las mujeres en particular, dificultando y perjudicando las vidas de las personas que las sufren.

Los sesgos sexistas en el dolor crónico en mujeres son muy prevalentes y normalmente las pruebas y análisis suelen aparecer dentro de la “normalidad”, una palabra muy controvertida, ya que la normalidad no es objetiva, sino que depende de muchos factores.

En el caso de los sesgos sexistas en el dolor crónico en mujeres, partimos de la autopercepción de las mujeres que lo padecen acerca de su salud.

Las pacientes a menudo no es tenida en cuenta, dándose más importancia a las pruebas médicas que a la percepción subjetiva de la paciente, que es quién mejor puede describir lo que le ocurre.

De este modo también se consideran estos síntomas como menos graves, debido a la ausencia de pruebas físicas y a como ocurre especialmente en el caso de las mujeres.

Los resultados pueden aparecen normales, ya que se vienen utilizando los estándares masculinos imperantes, mediante los que se considera que mujeres y hombres no difieren, pudiéndose extrapolar a las mujeres los resultados obtenidos en ellos.

Pero no sirven los mismos estándares, ya que puede aparecer normalidad donde realmente no la hay. Es el caso de los sesgos sexistas y el dolor crónico en mujeres.

Las mujeres en esta situación, pueden llegar a plantear incluso que puede ser “normal” su malestar, debido a la creencia generalizada de que las mujeres somos más débiles e inestables.

Si no se descubre la causa, automáticamente la medicina androcéntrica lleva a diagnosticar problemas psicológicos/psiquiátricos sin seguir analizando otras posibilidades clínicas.

Derivando nuevamente en un sesgo sexista, ya que las mujeres son diagnosticadas con mayor frecuencia de este tipo trastornos, siendo del 25% en ellas y del 9% en ellos.

Es decir, sin seguir investigando, analizando y estudiando otras posibles causas, otros posibles factores, se da un diagnóstico basado en factores psicológicos y/o psiquiátricos, que también han sido históricamente considerados como “normales” en las mujeres, quiénes han sido en muchas ocasiones diagnosticadas de histeria sin conocer, o querer conocer lo que les ocurría realmente.

De modo, que para las mujeres, cuando no se encuentra una relación biológica con los síntomas que se describen en base a estándares masculinos, prácticamente de manera automática se consideran causas psicológicas.

En España por ejemplo, el dolor es la primera causa de limitación y la primera causa de consulta médica.

Respecto a su prevalencia, es de 2 a 3 veces mayor en mujeres que en hombres.

Esto, unido a la tradicional omisión del estudio de la salud de las mujeres, ha llevado a su invisibilización, subestimando los síntomas de las mujeres, diagnosticando erróneamente, demorando el diagnóstico correcto y prescribiendo tratamientos inadecuados.

Hechos que tienen consecuencias devastadoras ya que el diagnóstico y el tratamiento erróneos pueden llevar la agravación de la enfermedad.

La ausencia de conocimiento y las dificultades que presentan las mujeres con dolor crónico no han sido simple “mala suerte”, sino una elección de la ciencia.

En primer lugar, por considerar los síntomas dentro de la normalidad en las mujeres o considerando trastornos psicológicos.

En segundo lugar por ser más prevalentes en ellas y ser omitidas debido al sesgo androcéntrico imperante que consideran la salud de las mujeres poco relevante.

Se comprueba como los sesgos androcéntricos no sólo afectan al conocimiento que se ha producido acerca de la salud y la enfermedad, sino también acerca de cómo se construye el no-conocimiento.

Por no reconocer la falta de conocimiento al respecto, se han venido atribuyendo, causas psicológicas en mujeres. Quienes seguimos siendo consideradas como mentalmente inestables y con más probabilidades de presentar trastornos mentales.

Las mujeres tenemos mayores dificultades de ser tomadas en serio en relación a los síntomas expresados, existiendo un sesgo en la atención sanitaria.

Provocando que las mujeres seamos diagnosticadas erróneamente en multitud de ocasiones.

Por tanto, no parece que sea importante que no se sepa acerca de la salud de las mujeres, ya que puede darse un diagnóstico inespecífico u otra enfermedad, sobre todo una psicológica o psicosomática, para no reconocerse que no se tiene conocimiento al respecto.

También parece que el saber acerca de la salud de las mujeres no es relevante.

Se comprueba como la salud de las mujeres puede excluirse, y se ha hecho, del conocimiento médico. Además, y unido a la falta de investigación, es aceptable la tendencia a considerar causas psicológicas para explicar problemas de salud en las mujeres.

Incluso puede que ni siquiera se sepa que no se tiene conocimiento al respecto, ya que se toman los estándares masculinos como referencia universal, de tal manera que las pruebas en mujeres pueden aparecer normales cuando no lo son.

No se considera la posibilidad de que hombres y mujeres deban medirse con estándares específicos, no pudiendo ser los hombres la medida general de lo humano.

Además no se estudian ciertas enfermedades, por elección. Se niega la existencia de sesgos sexistas, y se investiga aquello que responde a los intereses hegemónicos: los masculinos y los de las industrias farmacéuticas.

Finalmente, cabe destacar que para el análisis de la salud no se consideran relevantes factores como las condiciones de vida y de trabajo.

Condiciones que suelen ser más precarias y exigentes en las mujeres y pueden afectar gravemente a su salud.

De modo que para estudiar la salud de las mujeres, se las aísla de su entorno y condiciones de vida, a pesar de que eso implicará dificultades para el correcto estudio de su salud.

No se tienen en cuenta las condiciones de vida ni tampoco la subjetividad de la persona, la violencia machista ni el trabajo no remunerado y la doble jornada.

Factores que se relacionan con la salud de las mujeres, y por el contrario, no afectan del mismo modo a los hombres.

De modo, que tomando en consideración sólo la salud androcéntrica, como todavía viene siendo, múltiples factores realmente importantes quedan omitidos de la investigación.

Es patente que existen diferencias entre los sexos en relación a la salud, diferencias que deben hacerse visibles, eliminando la ignorancia que todavía existe alrededor de la salud de las mujeres, sobre todo en relación a las enfermedades más prevalentes en ellas, desarrollando una ciencia de la morbilidad femenina diferencial.

Es necesario que se construya una ciencia ligada al análisis de la salud desde una perspectiva de género, rompiendo los estereotipos que consideran los problemas de salud de las mujeres poco importantes.

Para poder empezar a desligar la investigación médica de la visión androcéntrica y patriarcal ligada al poder, se requiere que se revise la literatura existente y se propongan nuevas bases.

Se necesita que se tengan en cuenta las diferencias biológicas y conductuales entre hombres y mujeres desde un punto de vista interdisciplinar, contando con profesionales de diferentes modalidades que estén formados en la perspectiva de género.

Deben criticarse las formas del saber “universal” que omite el sexo en la salud, y tomar en cuenta las relaciones existentes entre el sistema sexo-género y la enfermedad.

Es necesario que se reinventen los objetos de investigación y las metodologías, evitando así los sesgos de sexistas.

Y por último, no puede desligarse la salud de las condiciones de vida de las personas, ya que se ha comprobado que éstas influyen, ni tampoco pueden desligarse de las percepciones subjetivas de los individuos, que también han de tenerse en cuenta a la hora de abordar la salud.

Debe cambiarse el modo de hacer ciencia e investigación, cambiando las creencias y concepciones androcéntricas, para evitar que suceda lo mismo en otras enfermedades.

Os dejo bibliografía para ampliar sobre el tema:

García, Silvia. y Pérez, Eulalia. (2017). Las ‘mentiras’ científicas sobre las mujeres. Madrid: Catarata.

Esther Ortega. (2018). La medicina minimiza a menudo los síntomas de las mujeres (en línea). https://www.redaccionmedica.com/la-revista/entrevistas/-la-medicina-minimiza-a-menudo-los-sintomas-de-las-mujeres–9905

Pujal, Margot. y Mora, Enrico. (2013). “Dolor, trabajo y su diagnóstico psicosocial de género: un ejemplo”. Universitas Psychologica, 12(4): 1181-1193

Valls-Llobet, Carmen., et al. (2008). “Morbilidad diferencial entre mujeres y hombres”. Anuario de Psicología Universitat de Barcelona, 39(1): 9-22

Valls-Llobet, Carmen (2011a). ‘Feminismos y sesgos de género en el “método científico” de la medicina’. En Carmen Valls-LLobet, Mujeres, salud y poder. Madrid: Cátedra.

Valls-Llobet, Carmen (2011b). ‘Naturalizando las diferencias como inferioridad’. En Carmen Valls-LLobet, Mujeres, salud y poder. Madrid: Cátedra.

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