La usurpación de la medicina a las mujeres

 In Mujeres en la Historia

Aunque se pueda pensar que la medicina ha sido desde su surgimiento una disciplina masculina, lo cierto es que sus inicios fueron femeninos y por tanto, cuando cambia el paradigma se debe hablar de usurpación de la medicina a las mujeres.

Durante siglos, las mujeres se han ocupado de la curación y de la salud.

Conocían el uso de plantas, remedios naturales, métodos anticonceptivos y abortivos y eran parteras.

Estas mujeres, con sus conocimientos, prestaban un gran servicio a la comunidad.

Eran las únicas que atendían a los pobres.

Además, ostentaban un gran respeto en la sociedad debido a su sabiduría y habilidades.

Los conocimientos de las curanderas y sanadoras se centraba también en la salud reproductiva y anticonceptiva de las mujeres.

Este conocimiento confería a las mujeres mucha libertad sobre su cuerpo y su sexualidad, una libertad que obviamente el patriarcado no podía tolerar.

Hasta el siglo XII el campo de la curación era principalmente femenino, sin embargo, a partir de ese momento empiezan a aparecer los primeros médicos de educación eclesiástica que atendían especialmente a nobles y monarcas.

Su aparición hace que compitan con las mujeres curanderas y sanadoras, que empiezan a ser acusadas de poseer poderes mágicos.

Estas mujeres eran una gran competencia para los médicos hombres, por lo que tenían que ser desacreditadas y a continuación eliminadas.

Se produce aquí un gran rearme religioso, misógino y patriarcal de la sociedad.

Empiezan a aparecer las primeras academias y universidades de medicina, a las que, obviamente, las mujeres no pueden acceder porque tienen vetada la educación.

A partir de ese momento se produce la usurpación de la medicina a las mujeres, se las expulsa de un ámbito que les había pertenecido.

Además, la curación y sanación se convierten en un gran negocio y se mercantilizan.

Ahora, la mayoría de la gente no puede acceder a tratamientos y curas, a diferencia de cuando los proporcionaban las mujeres.

Los hombres adquieren sus conocimientos formalmente, en academias, sin embargo, las mujeres obtienen sus conocimientos transmitiéndolos de mujer a mujer a través de la experiencia.

Como las mujeres no podían acudir a la universidad a formarse, que tuvieran conocimientos de medicina era entendido como una revelación del demonio, siendo esta otra excusa más para su persecución.

Esta persecución de las mujeres llega a su culminación con la publicación a finales del siglo XV del Malleus Malleficarum o martillo de las brujas.

Una de las mayores acusaciones que se hicieron hacia las mujeres consideradas brujas, era su capacidad de sanar y su manejo de plantas y remedios.

Estas supuestas brujas eran principalmente curanderas, sanadoras y comadronas.

Su principal delito fue tener un conocimiento que no tenían los hombres y tener control sobre su capacidad reproductiva.

Es decir, traspasar los mandatos sexistas de su época que les imponía la sociedad y la religión cristiana.

Con esta usurpación de la medicina a las mujeres, su conocimiento quedó relegado a la superstición y al miedo y el médico fue encumbrado como único poseedor de conocimientos y de capacidad de curar.

Por tanto, son varios los motivos por los que se produce esta usurpación de la medicina a las mujeres.

Una usurpación que se produce de forma violenta.

Por un lado, sus conocimientos sobre la reproducción y contracepción suponían un desafío frontal hacia el modelo patriarcal dominante.

En esa sociedad, la principal misión de las mujeres era traer hijos e hijas al mundo y estar bajo el yugo de su marido y la sabiduría de las sanadoras ponía en jaque este sistema.

Estas sanadoras proporcionaban remedios para aliviar los dolores del parto, a pesar de que la Iglesia consideraba que las mujeres debían parir con dolor por causa del pecado original.

Conocían el uso de anticonceptivos y métodos abortivos, lo que proporcionaba a las mujeres libertad sexual, algo intolerable por la sociedad patriarcal y la Iglesia misógina.

Por otro lado, con la aparición de las universidades y academias de medicina, la salud empieza a convertirse en un gran negocio que los hombres quieren controlar.

Para ello, deben deshacerse de las mujeres.

Hubo dos formas de hacerlo.

La primera era controlando las fuentes de conocimiento por parte de los hombres.

Se prohibió ejercer la medicina a quien no tuviera el título, lo que significó que las mujeres quedaban directamente excluidas, dado que no tenían acceso a la formación.

Y si intentaban poner en práctica sus conocimientos, se les acusaba de que provenían del demonio.

La segunda forma y definitiva forma de usurpación de la medicina a las mujeres fue a través de eliminar su autoridad en la sociedad y así eliminar la competencia que suponían.

Las curanderas y sanadoras eran consideradas mujeres sabias que ayudaban a sanar, incluso a los más pobres.

Esta concepción tenía que cambiar y para ello se inició una campaña de desprestigio brutal que tomó fuerza desde el siglo XIV y que acabó derivando en la caza de brujas que duró en Europa desde el siglo XV al XVII.

Esta craza de brujas fue apoyada también por juristas y médicos, que colaboraron a la hora de darle un marco legal a esta práctica y actuando de consejeros.

Las mujeres les molestaban, por lo que tenían que ayudar a eliminarlas.

La caza de brujas supuso el asesinato de miles de mujeres cuyo único delito fue no seguir los mandatos sexistas que se les imponía.

De este modo, las mujeres fueron apartadas de la práctica de la medicina en todos sus ámbitos hasta que en el siglo XIX aparece la figura de la enfermera gracias a Florence Nightingale.

A partir de ese momento, las mujeres empiezan a ser tenidas en cuenta de nuevo, aunque la mayoría de los conocimientos de las sanadoras se han perdido.

Sin embargo, el no dejar a las mujeres ejercer la medicina no fue lo único que se les arrebató.

Una vez sustraída su posibilidad de curar, también se les quitó la posibilidad de acceder a tratamientos.

La salud de las mujeres fue relegada a un segundo plano.

Los estudios médicos se han centrado hasta la actualidad en síntomas y patologías de los hombres, obviando totalmente las diferencias existentes con las mujeres.

Además, la salud reproductiva, que era uno de los aspectos más relevantes para las sanadoras y curanderas, ha permanecido oculta hasta el siglo XXI abordándola desde una perspectiva misógina y patriarcal.

Por tanto, podría decirse que esta usurpación de la medicina a las mujeres se inicia en la Edad Media y sigue hasta la actualidad, donde los conocimientos y la salud de las mujeres siguen estando en un segundo plano.

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